LO QUE NOS HACE HUMANOS

        Estamos rodeados de máquinas. Yo estoy escribiendo este artículo con una, tú estás viéndolo con otra, y éstas forman un papel determinante en nuestras vidas. Aún así siempre hemos sido capaces de trazar una línea entre esas máquinas y las personas. ¿Pero y si sofisticásemos este artefacto hasta que alcanzase una inteligencia igual o superior a la del cerebro humano? La cosa se pondría más difícil. Pues nos estaríamos dando de bruces con Blade Runner.

        En ella existen estas máquinas sofisticadas con aspecto de humanos, llamadas replicantes. Ya no se distingue a primera vista un humano de una máquina... ¿pero respecto a sus comportamientos? Este es el kit de la cuestión, la esencia de todo. Ridley Scott deja caer dos de las cosas más importantes, siendo la memoria una de ellas. Todas las experiencias que hemos vivido han dado forma y perfilado nuestras personalidades, quiénes somos. Si ahora no pudieses recordar absolutamente nada, todos los sentimientos provocados por esos recuerdos se desvanecerían, y serías simplemente una cáscara de huevo que ha perdido su yema. ¿Pero si metes a una cáscara vacía una yema artificial que cumple la función de una real? Pues ocurriría como en el caso de Rachel, replicante a la que han implantado unos recuerdos que ella adopta como suyos y le hacen creer que es humana, cuando en realidad no lo es.

        Por otro lado tenemos la empatía. A diferencia de la memoria, esta no se puede implantar así como así. Sin embargo, creo que a base de experiencias se puede desarrollar esta cualidad. Entonces, si una máquina viviese lo suficiente como para conocer más experimentar sensaciones, podría acabar empatizando con una persona, ya que se pone en la piel del otro al haber pasado por una situación similar. Esto le pasa al supuesto villano de la película Roy, que tras todo lo que ha sufrido salva a Deckard, el protagonista. Asume su destino y comienza a valorar la vida antes de morir. Esta es sin duda la escena que más me impactó de la película, y cómo plasmó en un solo monólogo la condición humana, contado por una máquina

        Si estos personajes adoptan rasgos humanos, da a parecer que los replicantes podrían pasar desapercibidos por las personas. Pero existe un test para determinar si son o no replicantes, y se centra únicamente en los ojos. Los ojos, reflejo del alma, la prueba de fuego. Ellos nos cuentan lo que hay en nuestro interior, de manera más sincera que nuestras conductas. Es la metáfora que utiliza el director en esta película para determinar las diferencias entre replicantes y humanos.

        Todo esto me lleva a formular preguntas como: ¿Pueden las máquinas convertirse en humanos? ¿Cuál es la barrera entre lo artificial y lo natural?

        Pero la realidad es simple: y es que nada importa, porque todos estos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia.



        

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